jueves, 14 de mayo de 2009

Pincelada

Crece la hierba que cortan en el jardín y los niños juegan como si nada.

Cae la lluvia que moja los rostros, el maquillaje se corre, los paraguas se abren, el tráfico enloquece.

Roban carteras y amenazan al rico y vuelven y ríen los que tienen hambre.

Cruza la calle la vieja encorvada, sin chico a la mano, sin tapiz en el cemento.

Se tapona el corazón de un hombre joven y no fluye la sangre que lo llenaba de vida.

Habla el que no tiene qué decir y sigue callando el que se cree sabio, el que sabe nada, el que piensa mucho.

Se acaban los sueños en un viento cansado y frío que se expresa en palabras que duelen, en verdades que explotan.

Alumbra la luna que quieren bajar para entregarla a quien luego querrán quitar.

Brillan las noches que opacan los duelos en un recuerdo o en la esperanza vana.

Se oculta lo cierto tras la niebla y la bruma y resplandece el amor en el roce de los dedos, en la mirada mientras duerme.

Oscurecen los días y se agotan las horas como se acaba la vida atada a una baranda donde se intentan conservar los deseos sinceros.

Sirve de nada querer lo que se quiera si el amor que profesa va carcomiendo lo que somos por dentro.

Reta la vida a que el caos concuerde, que caigan las hojas y surjan de nuevo, corra el gris por los tonos de siempre y entienda el hombre que vive.

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