lunes, 13 de julio de 2009

Estás lloviendo

Era una vez un hombre que llovía
que vertía de sí gotas de un agua salobre, abundante y clara.
Todos sus poros emanaban la lluvia incontrolable, vital.
Cada gota era un respiro, un suspiro, un alivio, un orgasmo.
Su torrente era toda la respiración, el fervor,
que yo sentía sobre mí, a mi lado, tras de mí.

Era una vez este hombre lluvioso bajo cuya lluvia bailé
sin miedo al catarro
sin miedo a los estragos que puede causar una corriente así.
Así de intensa, así de constante, así de alegre.

El ímpetu de su lluvia era el mar, insondable.

Era una vez un hombre que regaba con la lluvia de su cuerpo la tierra, la vida.
Cuando escampaba, este hombre, como una nube
se hacía el que ignoraba su propio torbellino
las aguas que manaban
los arroyos que corrían.

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